miércoles, 4 de agosto de 2010

A llorar a la Iglesia


Jugadores pecadores


La Liga Calcio, organismo que nuclea a los equipos de fútbol profesional en Italia, confirmó la puesta en marcha de una reforma que, aunque parezca insólito, provocó una gran molestia en las más altas autoridades del Vaticano: El torneo italiano tendrá un partido fijo el domingo al mediodía (12.30 hs.) durante toda la temporada 10/11.

Esta medida fue ideada con la intención de descomprimir la cantidad de encuentros que, hasta la temporada anterior, eran disputados en la tarde del domingo.

De esta manera, la fecha de fútbol italiano queda distribuida con dos partidos el sábado por la tarde – noche, uno el domingo al mediodía, seis a la tarde y el restante, que siempre es el partido más importante de la fecha, en la tarde – noche de la misma jornada.



Ahora bien, ¿qué parte de esto podría generar un malestar en la cúpula de la iglesia católica?. Luca Collodi, redactor jefe de Radio Vaticana, ofició como portavoz de la histórica entidad religiosa, y advirtió que, con la aparición de nuevo cronograma, “se dañan los tiempos dedicados a la familia y a la oración.

También, Collodi argumentó que la superabundancia de fútbol, durante todos los días de la semana, crearía un “exceso que no favorecería a la salud espiritual de los italianos”. Además, el portavoz agregó que con esta disposición se producirían “daños colaterales”, ya que, en ese mismo horario, luego de la “Santa Misa”, se disputan los tradicionales torneos parroquiales juveniles.

Asimismo, el Arzobispo de Macerata, Claudio Giuliodori, expresó su preocupación, no respecto a la superposición de los partidos con el horario de misa, sino con la “excesiva” presencia del deporte en la sociedad y, en palabras de Giuliodori, su temor a que convierta en “el tema central para toda una sociedad”.

Cabe destacar que este no es el primer entredicho que enfrenta al ambiente futbolero y el Vaticano en este año.

Durante febrero, el arquero italiano Gianluigi Buffon realizó una acción que provocó una gran controversia, con epicentro, como no podía ser de otra manera, en Italia. Se le había acusado de blasfemar en medio de un partido.

En este Gran Hermano en el que se ha convertido el fútbol, que incluye decenas de cámaras en cancha, donde todo se ve y es registrado, Buffon fue capturado cuando esbozaba algunas palabras al aire. Y, a raíz de ello, periodistas y expertos comenzaron a analizar los dichos del arquero, mediante la insólita y poco eficaz técnica de lectura de labios.

A partir de ello, con el aval de los pudorosos y políticamente correctos dirigentes locales, además de la embestida de parte de la iglesia, se implementaron sanciones a quienes tuvieran este comportamiento “anti ético” dentro de un campo de fútbol. Doménico Di Carlo, técnico del Chievo Verona y el delantero del Parma Davide Lanzafame fueron los primero damnificados. Se condenó a cada uno con un partido de suspensión.

Pero, tanto jugadores, Buffon entre ellos, como los organismos internacionales que los agremian, como la Federación Internacional de Futbolistas Profesionales (Fifpro), se manifestaron en contra de la nueva disposición.

Si bien, se estaba de acuerdo en que tal ofensa no debería tener lugar en una cancha, también dejaron en claro que, por un lado, a veces ocurren situaciones de presión en la que los futbolistas pierden la lucidez y cometen actos desafortunados.

Por otra parte, la Fifpro reclamó que, con la reglamentación en vigencia, se viola un derecho de los futbolistas que, “como todas las demás personas, gozan del derecho fundamental de la libertad de expresión”, y que ninguna federación posee la facultad de derogar estos códigos.

A diferencia de la controversia con el calendario dominical, la discusión sobre la legitimidad de las sanciones por blasfemar sigue y, seguramente, seguirá por un tiempo más.

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